lunes, 7 de diciembre de 2009
La ciudad Puma
El Cuzco fue construido siguiendo la figura de un majestuoso puma que se recostaba sobre el lecho seco del lago Inkill. Su cabeza de piedra se apoyaba en la colina de los halcones formada por la fortaleza de Saccsayhuaman. Sus colmillos afilados en punta de lanza hacían el aguerrido relieve de la primera muralla de la plaza y sus pupilas fulgurantes eran los torreones recubiertos con planchas de oro que brillaban al sol.
Sobre su lomo gigantesco corre el Tullumayu por el Cusco, llamado "río de huesos" porque mojaba las vértebras del dios, cuyas zarpas afelpadas se cerraban sobre otro río milenario, el Saphi "raiz de manantiales". Su cola concluía en una calle que todavía conserva su viejo nombre indio, Pumaq chupan (cola del puma).
La ciudad del Cusco misma era por esto un ídolo y los habitantes del Tawantinsuyo se arrodillaban antes de entrar a ella. El solo hecho de haber estado ahí, menciona Garcilaso de la Vega, era algo tan extraordinario que si dos indios de igual condición se encontraban en uno de sus caminos, el que venía de Cusco era respetado y acatado como superior sólo por haberla visto.
La ciudad puma, dice Manuel Chávez Ballón, fue un santuario del tiempo. Sus doce barrios correspondían a los doce meses y se contaban en el sentido de las agujas del reloj. Cada barrio tenía tres calles principales y cada una equivalía a una semana de diez días. La primera se llamaba Qollana, la segunda Payan y la tercera Kayao. Cada día estaba dedicado a un dios y por tanto había cerca de trescientas sesenticinco huacas que regían la marcha del tiempo gobernando los elementos y la vida de los hombres.
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